The Amity Affliction regresa a la Ciudad de México: Un reencuentro cargado de emoción y catarsis
- Alex Torres
- 29 mar
- 2 Min. de lectura
La noche del 28 de Marzo, el corazón de la Ciudad de México latió al unísono con la energía y la pasión de The Amity Affliction, una de las bandas más queridas por la comunidad del metalcore en el país. Con el Foro Supremo repleto de fanáticos entregados, la agrupación australiana reafirmó el lazo indestructible que los une con su audiencia mexicana en un concierto que fue mucho más que música: fue una experiencia catártica y visceral.

Desde el primer acorde, los asistentes fueron arrastrados por una ola de emoción colectiva. Lágrimas, gritos eufóricos y abrazos entre desconocidos marcaron la velada, en la que cada canción se convirtió en un himno compartido. Temas como Pittsburgh y Soak Me in Bleach resonaron con fuerza, provocando un torbellino de sentimientos que iban desde la nostalgia hasta la euforia absoluta.
“Nos han hecho sentir en casa desde el primer minuto. México, su pasión es inigualable”, expresó Joel Birch, vocalista de la banda, visiblemente conmovido ante la entrega incondicional del público. No faltaron los momentos íntimos, donde la banda hizo una pausa para agradecer a sus seguidores por encontrar refugio en su música, recordando que cada grito y cada verso compartido es un testimonio de lucha y esperanza.

El setlist de la noche fue un viaje por la evolución de The Amity Affliction, repasando desde sus primeros éxitos hasta los temas más recientes, que encontraron un eco profundo en la audiencia. Cada breakdown fue acompañado por un mar de manos alzadas, cada coro coreado con una intensidad que solo puede nacer del alma de una comunidad unida por la música.

El concierto culminó con una energía desbordante, pero también con la promesa implícita de que este reencuentro no será el último. Entre aplausos ensordecedores y la certeza de que su música sigue resonando en cada corazón presente, The Amity Affliction se despidió dejando tras de sí una noche que quedará marcada en la memoria de todos los asistentes.

Para quienes estuvieron ahí, fue más que un concierto. Fue un recordatorio de que la música es un refugio, un puente y un grito de resistencia compartido. Y para los que esperan su regreso, la llama sigue encendida.
