
MORRIGHAN EXOPUS: UNA EXPERIENCIA INMERSIVA
- Mariana Nuñez
- 2 mar
- 3 Min. de lectura
La creatividad magistral en homenaje a The Beatles desde Querétaro
En el corazón sonoro de Querétaro, donde las raíces del rock vibran bajo el pavimento y las guitarras resuenan como ecos de generaciones pasadas, una banda ha logrado transformar el homenaje en una experiencia sensorial, histórica y profundamente musical. Morrighan Exopus no es una banda cualquiera: es un colectivo de músicos académicos, apasionados y entregados, que ha encontrado en la reconstrucción del legado del rock un lenguaje propio. En su más reciente presentación —un homenaje a The Beatles— no sólo revivieron a la banda más influyente del siglo XX, sino que reconfiguraron su música desde el rigor, el respeto y una creatividad sin concesiones.

Formada por músicos con una vasta trayectoria en la escena queretana, Morrighan Exopus está integrada por artistas que no sólo han pisado los escenarios más importantes del estado, sino que también forman parte activa del tejido educativo musical de la región. Son docentes, investigadores del sonido, obreros del acorde. Y esa formación se nota: su trabajo va más allá del virtuosismo técnico; es una inmersión profunda en el contexto cultural y social de cada tema que interpretan.

Este homenaje a The Beatles fue mucho más que un concierto: fue una experiencia audiovisual cuidadosamente construida. La cineasta —que actualmente radica en Querétaro— Emilia, aportó una pieza clave al montaje. Su trabajo visual no fue un mero acompañamiento decorativo; durante los intermedios entre canciones, mientras los músicos afinaban instrumentos o se preparaban para la siguiente ejecución, en pantalla aparecían fragmentos de un documental realizado por ella. En estos breves lapsos, se exploraba a profundidad el conocimiento técnico, histórico y emocional que los miembros de Morrighan Exopus tienen sobre las obras musicales que estaban por interpretar.

Estos momentos documentales no solo contextualizaban las canciones, sino que revelaban la complejidad detrás de su construcción: cómo se descomponen ciertos acordes, las capas armónicas que las componen y cómo las bandas originales —en este caso, The Beatles— lograron disfrazar con aparente sencillez estructuras musicales profundamente elaboradas. La visión de Emilia logra capturar esta dimensión con una sensibilidad estética que complementa a la perfección la propuesta de Morrighan: la imagen potencia el sonido, y el sonido da cuerpo a la imagen.
Israel Nazareno, integrante clave del proyecto, lo resume de manera clara: “Cada acorde, cada armonía, cada riff tiene una historia detrás. Nosotros investigamos cómo fue compuesta, qué contexto social la rodeó, qué innovaciones técnicas utilizaron. Y entonces la recreamos desde ahí, desde el alma.”

La selección de canciones incluyó algunos de los temas más conocidos y queridos del repertorio beatle, piezas que han marcado generaciones y que siguen resonando en la cultura popular con la misma fuerza de hace décadas. Morrighan Exopus logró algo extraordinario: llevar al público a un viaje emocional y educativo sin que el peso de la historia se sintiera como una carga, sino como una celebración compartida.
El cierre, con una interpretación vibrante de “Hey Jude”, fue un momento catártico. La banda invitó al público a cantar, no como un truco escénico, sino como un gesto de comunión. Porque Morrighan Exopus no busca solo tocar música: busca compartir un conocimiento, una pasión, una historia viva.

Lo que sucede cuando estos músicos suben al escenario va más allá de la ejecución técnica impecable; es una entrega total al arte, al estudio y a la emoción. Y esto es apenas el comienzo: Israel adelantó que ya preparan un nuevo homenaje a otra banda icónica del rock, lo cual nos deja esperando con ansias lo que sigue.
Y sobre Emilia —esa mirada cinematográfica que sabe exactamente cuándo intervenir y cuándo dejar que la música hable—, hablaremos en otra nota. Porque lo suyo, sin duda, merece una historia propia.