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CINE COMO CATARSIS: EMILIA, LA SENSIBILIDAD HECHA IMAGEN

Actualizado: 13 may


En Rock para el Fin del Mundo nos gusta mirar más allá del escenario. Nos gusta voltear hacia quienes construyen universos desde la emoción, desde lo humano, desde las entrañas. Por eso hoy abrimos las puertas de nuestro blog a una artista a la que admiramos profundamente: Emilia, cineasta radicada en Querétaro, que ha hecho de la cámara una extensión de su alma y del cine, un lenguaje para explorar lo que no siempre se puede decir con palabras.



Emilia no sólo es una directora de cine con una trayectoria sólida y potente; es también una mujer profundamente perceptiva, sensible, crítica, humana. Su obra no es un catálogo de formatos: es una línea de vida. Desde sus primeros ejercicios visuales hasta sus largometrajes y documentales más recientes, Emilia ha sabido habitar cada historia con una mirada única, sincera, vulnerable y poderosa. Porque para ella, el cine no se estudia, se vive. “No se necesita estudiar cine para ser cineasta —nos dice—, se necesita ser un apasionado del cine, de la vida, de la observación y, sobre todo, de querer comunicar al mundo todo lo que puede haber dentro de una persona.”



Esa filosofía ha guiado una trayectoria rica en formas y temas. Su largometraje “No Lady Lázaro” (2023), por ejemplo, fue recientemente seleccionado en el festival Cine al Margen CDMX 2024, una muestra de cine independiente que se atreve a poner en pantalla las preguntas difíciles y los universos incómodos. Antes, su cortometraje “Exequia” (2017) tuvo un recorrido impecable con cinco selecciones oficiales, incluyendo el Festival Internacional de Cine de Morelia y el Festival Dulcísimo Ovario, demostrando que su cine no teme habitar la muerte, la ausencia, la memoria.



En “Todo el mundo tiene una caja” (2023), documental realizado con el apoyo del PECDA Querétaro, Emilia se sumergió en la intimidad de las historias que cargamos —literal y metafóricamente—, reafirmando su compromiso con la exploración honesta de lo humano. Y si bien títulos como “Aunque les incomode” (2020) o su cineminuto “Ironía” (2015) muestran su capacidad para condensar universos complejos en pocos minutos, su trabajo también ha brillado en el formato documental con “La fiesta de San Isidro” (2015), selección oficial en el festival DOQUMENTA.



Pero Emilia no se detiene ahí. Porque su sensibilidad no sólo encuentra hogar en el cine, sino también en la música. En Querétaro, ha colaborado con la banda Morrighan Exopus en la creación de visuales documentales para homenajes musicales a Scorpions, Guns N’ Roses y The Beatles. No son meras grabaciones: son retratos de lo que ocurre detrás del escenario, del alma de los músicos, de la gestación de un concierto como experiencia sensorial total. Emilia ha sido capaz de traducir en imagen el viaje emocional de un show, de mostrar cómo se construye un homenaje desde el amor por la música y por quienes la interpretan.




Y como si fuera poco, Emilia atraviesa ahora un momento profundamente transformador: ser mamá. Lleva 11 meses en esta experiencia que la ha sensibilizado de maneras que, según nos cuenta, no creía posibles. “Me ha hecho volver a entender el mundo”, dice. Y ese reentendimiento ya se siente en su manera de mirar, de narrar, de estar. Porque Emilia no hace cine sólo para contar historias, sino para entenderse y entendernos. Para preguntarse, para sanar, para nombrar. Porque su cine es catarsis. Es tacto. Es espejo.


Invitamos a todas y todos a conocer el trabajo de esta creadora extraordinaria, a seguirle la pista, a dejarse tocar por su obra. En tiempos donde se aplaude la productividad antes que la sensibilidad, Emilia nos recuerda que crear es, antes que nada, un acto de conexión. Y que detrás de cada gran obra, hay una vida —compleja, luminosa, caótica— que vale la pena ser contada.



Conócela. Escúchala. Mírala. Emilia tiene mucho que decir, y lo dice con la imagen.




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